Lo había
olvidado, pero ayer recordé cómo a los diez años trataba de unir el meñique con
el anular y el dedo medio con el índice hasta formar una V para despedirme de
ti cada vez que terminaba Mork y Mindy. ¿Acaso
fue una orden de Orson, que con su voz de trueno te dijo que ya era hora de volver
a Ork? ¿O es que quisiste revivir el momento en el que Andrew decidió que ya
era hora de terminar la vida con algo parecido a la eutanasia? Con seguridad eso
fue porque tú no eras de este mundo. Tu versatilidad, esa que nos hacía vivir
los personajes como si fuesen reales, esa capacidad tan tuya de hacernos reír,
entristecernos, conmovernos y romper contigo los paradigmas establecidos con la
intención de alcanzar la felicidad, de sentir la vida en lo profundo, estaba
más allá de lo humano.
Me hiciste recordar a Yasunari Kawabata, quien alguna vez
dijo que no veía nada honroso en el hecho de quitarse la vida y luego, en 1972,
se suicidó. Alguien llamado Juan Gustavo Cobo Borda lo justificó atribuyéndole una
sensibilidad exacerbada… yo podría decir lo mismo de ti, pero en realidad pienso
que perdiste la perspectiva, sí, en algún punto la perdiste. La vida no está
hecha de puntos discontinuos en el
tiempo, somos un rango que tiende al límite, porque siempre vamos sumando
experiencias. Sé que a veces se apagan las luces y vemos solo eso que somos en
medio de lo incierto, hay que ver hacia atrás de vez en cuando y observar en la
distancia todo lo que hemos sumado porque siempre será parte de lo que somos y
seremos en el futuro. Tenemos que detenernos y contemplarnos desde el remanso
del río y continuar el camino.
Pero no estoy aquí para reprochar tu decisión, estoy aquí
para decirte que no solo nos hiciste pasar buenos momentos, sino que sembraste buenas
semillas en el corazón de mucha gente a través de John, el profesor de
literatura que inspiró en tantos jóvenes el amor por las letras; de Patch Adams,
con su insistencia de querer sanar a los enfermos a través de la risa y que fue
imitado en Venezuela por El Doctor Yaso; de Andrew, que nos enfrentó a la idea
de que estábamos perdiendo nuestra sensibilidad hasta el punto de que un robot
podía tener mejores sentimientos que nosotros, seres de carne y hueso; del
locutor de radio Adrian Cronauer, que nos enseñó a tener fortaleza y el valor que
tienen aquellos que nos hacen reír y pasar buenos ratos en tiempos difíciles;
ellos entre muchos otros.
Dejaste un gran legado en la Tierra, espero que en Ork,
finalmente, puedas encontrar la felicidad que quisiste para nosotros.
Nano-nano.
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