Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.

lunes, 18 de agosto de 2014

Convergencias

         

          Esta es la selva. Aquí, encontramos cada día más riesgos que belleza, la caída de una cultura por la derrota de la esperanza. La selva. Y en ese paisaje árido y gris que alguna vez fue verde, quizás muy lejos en el tiempo lo fue, la vemos a ella con sus cabellos de canela y su cuerpo de sirena, caminando muy despacio, como respirando los pasos. Sus ojos se mueven de un lado a otro con mucha atención, levanta la mirada, la baja, la fija y así. El tiempo se perdió o tal vez ella, en aquel templo construido en medio de la espesura humana; tiene una actitud hedonista, calmada, sin expectativas; le gusta ser sorprendida, que surja de la nada aquello que la sumerja en la ataraxia. Epicúreo flota en el aire, está en cada rincón de esta selva llena de gente que va y viene, que habla, que ríe, que grita; también en algún rincón, por allá cerca de las frutas, hay alguien que canta una canción de amor con la mirada perdida… Y en medio de aquel escándalo, entra él, con actitud estoica y algo molesto. Su paso es apresurado pero firme, de vez en cuando levanta la muñeca izquierda para ver su reloj, no quiere detenerse a contemplar el paisaje porque sabe exactamente lo que busca, lo había planificado todo antes de salir; espera encontrarla pronto y salir de allí.

Él y ella se tropiezan con fuerza, ella por andar distraída, él, por andar con prisa. Y en ese punto de convergencia, se separan, se miran unos segundos y luego ven el último paquete de Harina Pan en medio de anaqueles vacíos y grandes bolsas de papel rasgadas sobre el piso, como si un ejército de langostas hubiese pasado por allí llevándoselo todo. Los dos toman el paquete, forcejean, ahora sus ojos son tanques de guerra, arquean las cejas, muestran los dientes, es la lucha por la supervivencia del más apto. Él le dice que no importa, que se puede llevar el paquete de harina; ella le dice que no, que está a dieta y que la sustituirá por una caja de Special K con pasas o chocolate… si la encuentra. Un grupo de gente corre en desorden hacia el pasillo tres, ella detiene a una señora y le pregunta que hay allí, la señora le contesta que no sabe, que va a averiguar. Entonces se van juntas siguiendo la corriente. Él se dirige a la caja y paga el producto, siente que ha ganado una batalla, pero sabe que tendrá que repetir la hazaña en pocos días.

            Ella revisa la lista de compras que tiene en la mano mientras hace la cola: consiguió la leche y la harina de trigo, pero de nuevo regresará a casa sin aceite, sin azúcar y su desayuno tendrá que esperar por las arepas. Delante de ella va un señor con un par de cosas en las manos y delante de éste, una señora con cuatro paquetes de Harina Pan que se voltea y le pide al señor que le pase dos de los paquetes porque sabe que la cajera impedirá se los lleve todos. El señor la ve con furia y le dice - Señora, usted es muy egoísta. ¿Quiere todos los paquetes para usted? ¿Cómo se le ocurre pedirme eso? ¿Cómo se le ocurrió pensar que yo iba a participar en su chanchullo? ¡Que falta de respeto! La señora lo mira con pena e indignación, respira profundo y le contesta –Discúlpeme, señor, yo pensé que usted tenía un buen corazón, pero ya veo que no tiene idea de lo que significa C-O-L-A-B-O-R-A-R. Al final, termina llevándose los dos establecidos por no sé qué ley. La mujer de cabellos canela se alegra y le pregunta a la cajera – ¿Puedo tomar esos dos paquetes de harina?-  y ella le contesta - sí, por supuesto- y continúa tecleando con sus uñas acrílicas extra largas. Ha sido sorprendida de nuevo, bienvenida sea la ataraxia, ese placer cercano a la esquizofrenia.

            Así vivimos aquí, cada quien con sus estrategias de supervivencia, unos más racionales, otros más cercanos a las bestias. No importa si usted es hedonista o estoico, lo cierto es que todos estamos sujetos a este mundo absurdo en donde la ciudad se ha convertido en selva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu reflejo