Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.

viernes, 12 de octubre de 2012

Monserga





            Son las 6:00 pm de un lunes con pinceladas de silencio. Allí estás tú frente a mí, inerte, con esa epidermis erizada que detesto porque me deforma. Me dispongo a ir más allá de esa piel blanca y flácida sabiendo que no te opondrás. Al hacerlo, descubro una de color más intenso, húmeda y suave al tacto. Mis manos resbalan por esa carne lubricada recordando otras sensaciones tan cotidianas como ésta, cotidianas sí, aunque placenteras cuando se tiene mesura. Toma un vaso de agua, dos, tres… el primero quita la sed y deja una sensación de bienestar en la garganta, el cuarto es una tortura. Abro tus piernas hasta el extremo y penetro la cavidad que queda al descubierto; está llena de músculos, huesos, vísceras… Ah, allí está tú corazón, lo siento en mi mano, lo aprieto con fuerza,  lo extraigo con todo y sus arterias para luego arrojarlo a la basura. Un corazón que no late es inservible; al menos tu cuerpo sirve para alimentar el mío 3 o 4 veces por semana. Es lo mismo siempre, después de cortarte en pedazos irás al horno. Que alivio es no tener que sumergirte en agua caliente y arrancarte las plumas como lo hacía mi abuela. El lunes sigue con su silencio y su tristeza, mañana será otro día, será otra cosa.

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