Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.

viernes, 18 de abril de 2014

Adiós, Gabo.

     

      
      Ayer murió nuestro laureado escritor Gabriel García Márquez, el colombiano que Aracataca vió nacer en 1928, el que se adentró profundamente en los mundos del realismo mágico, el irreverente, el controversial. Nunca olvidaré la emoción que me produjo la lectura de sus "Cien años de soledad", yo tenía trece años cuando abrí esa puerta. Aún pululan en mi memoria sus signos amarillos, los intrincados laberintos formados por los Arcadios y los Aurelianos, sus militares, las putas de su imaginario y la etérea imágen de Remedios la Bella, acompañada de sus mariposas amarillas.  "Cien años de soledad" es un clásico de la literatura moderna que ha sido traducido a 35 idiomas. Ayer Colombia decretó tres días de duelo por tan sentida pérdida. Yo solo espero que sobre su tumba lluevan esas flores amarillas que tanto veneraba. Ahora Gabo, después de tanto escribir y escribir, descansa en paz.

"Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro."

Gabriel García Márquez, (1928-2014).

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