La niña-mujer abre los ojos, toma el cristal de cuarzo blanco entre sus manos y deja que los rayos del sol lo toquen. Siente un cosquilleo, como un corrientazo que se mezcla con su sangre. Danza con movimientos suaves y llenos de gracia hasta llegar a la orilla del río; ella y el cristal son uno cuando lo entierra en el fondo de esa vena negruzca y maloliente. Un resplandor se desata con fuerza liberando el caudal de su pesada mortaja. Regresan los peces, las aves, los caracoles y las mariposas a su santuario; crecen hierbas y flores en su margen. Ya puedes ver tus pies bajo el agua, saciarte. El cuarzo blanco ha quedado enquistado en el fondo del río: durante la noche se tansforma en plata y durante el día en arcoiris. Y mientras tanto, la niña-mujer danza.
Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.
sábado, 4 de enero de 2014
El rescate del río
La niña-mujer abre los ojos, toma el cristal de cuarzo blanco entre sus manos y deja que los rayos del sol lo toquen. Siente un cosquilleo, como un corrientazo que se mezcla con su sangre. Danza con movimientos suaves y llenos de gracia hasta llegar a la orilla del río; ella y el cristal son uno cuando lo entierra en el fondo de esa vena negruzca y maloliente. Un resplandor se desata con fuerza liberando el caudal de su pesada mortaja. Regresan los peces, las aves, los caracoles y las mariposas a su santuario; crecen hierbas y flores en su margen. Ya puedes ver tus pies bajo el agua, saciarte. El cuarzo blanco ha quedado enquistado en el fondo del río: durante la noche se tansforma en plata y durante el día en arcoiris. Y mientras tanto, la niña-mujer danza.
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