Caracas, 14 de febrero de 2012
Amado Rafael:
Tal vez nunca recibas esta carta. Está siendo escrita
para sepultarla en una de esas gavetas que guardan papeles viejos y llenos de
polvo, esos que se dicen importantes, pero que nunca más se leen; o tal vez termine en la papelera… da igual. Es lo que se hace con los amores imposibles. Sí,
eso eres, un amor imposible. Aquí me tienes, en un rincón oscuro lleno de
padecimiento inútil, porque sé que la realidad no cambiará. En el salón suenan las
canciones “Eres” o “Una Mañana”, de Café Tacvba; nunca las había escuchado como
ahora porque solo te involucras con la letra cuando te atraviesa la piel. Y me
pregunto si existirá algún grupo que ayude a sanar ésta turbulencia, un «Alcohólicos
Anónimos», o un «Jugadores Anónimos», para
la incontinencia pasional. Claro, porque esto no tiene otro nombre Rafael, es
una psicopatía más. Mis pulgares tiemblan ante el teclado del BlackBerry, como lo hace el borracho
ante la botella, o el jugador ante las apuestas. Algunas veces me quedo allí,
sin hacer nada, esperando que el grillo cante, y el grillo no canta. Otras
veces me lleno de valor y, como un quijote enfilo mi lanza hacia tu ser
acorazado una y otra vez, hasta que mi corazón queda exhausto, sin respuesta. Me pasó lo que siempre pasa. El amor se escondió
en el bolsillo de mi camisa de seda y abrió un portal, uno en dónde me perdía mientras
las actividades reales aguardaban. Comencé a jugar con las palabras, a bailar
desnuda, a imaginar. Al principio pensé que estaba bien, que podía controlarlo,
que la distancia era demasiado grande para involucrarme emocionalmente contigo,
pero cuando quise parar, me encontré caminando sobre vidrios rotos. Mi piel se
quedó esperando tu caricia, anhelando el contacto de tu cuerpo en llamas, que
se encontraba en algún otro lugar, no conmigo. Me pasó por tonta Rafael, por no
advertir que las palabras que me enviabas por mensajitos de texto o por PIN, son
igualitas a las que se deslizan en los oídos,
enganchan igual. Y nada hago para
sentirme mejor, por el contrario, como el borracho o el jugador, hago todo lo
posible por hundirme más en lo que me atormenta, en tu avatar, en las letras de
Tacvba, en aquella ausencia de grillo, y
solo es suficiente cuando llego al ahogo. Es en ese momento cuando me digo a mi
misma ¡qué bueno que existe el sueño!, dulce refugio, de día o de noche; tal
vez en ese mundo tan íntimo y lejano lleguen tus mensajes, uno tras otro, como
ovejas blancas que brincan la cerca, y allí me quedo.
Debora Wolf
mmmm apasionados anónimos? no está mal la idea.
ResponderEliminarClaro que no me gusta la escena esa en la que uno del corro se levanta y dice. "Hola a todos. Soy Saturnino. Llevo 2 meses y 5 días sin apasionarme por nadie, ni nada" Y el resto del grupo, lejos de levantarse y abrazarle, mantienen un gesto indiferente. Todo sea para no emocionar.