Caracas, 13 de febrero de 2013.
Querido amigo,
¿Todo
bien? Ya sé que siempre hablamos, que te
parecerá extraño que no use el twitter, el PIN o el SKYPE. Lo que tengo que
decirte amerita más de ciento cuarenta caracteres y algo de drama, tú me
conoces.
Lo
cierto es, que te falta muy poco para
ser el amigo imaginario de mi infancia. Tú despiertas sentimientos y
sensaciones extrañas de vacío y compañía que no logro resolver, ¿me ayudas?
Recuerdo
que, como toda niña asmática, tenía ciertas prohibiciones de salir a jugar con
otras niñas, de hacer deportes, e incluso, de chapotear bajo la lluvia. Fue
entonces cuando lo conocí. Llegó una tarde, entró por la puerta de mi
habitación, me tomó de la mano y se quedó. Desde ese día, siempre estuvo
conmigo. Conversábamos, jugábamos largas horas, leíamos mi colección de cuentos
infantiles, y hasta salíamos a pasear juntos en el carro de mi papá; siempre
quería ser el último en entrar para estar junto a la ventana, y yo se lo permitía a cambio de que me dejara
mirar a mí también. ¿Me sigues? No sé en
qué momento este amigo se fue, seguramente se dio cuenta de que ya no lo
necesitaba.
Así
eres tú, como la sombra de ese amigo de la niñez. Una tarde apareciste entre los libros ¿lo
recuerdas? Me preguntaste si necesitaba
ayuda, el corazón hizo click y comenzaste a girar por la casa. Siempre estás cuando te necesito, dispuesto a
colaborar, a dar un buen consejo, un hombro, los brazos, los labios, a
entrecruzar las piernas... Unas veces texto, otras veces piel, pero siempre ojos,
oídos, pulgares.
En esta
historia no compartimos la misma ventana, hay una para cada uno, una mirada distinta
de las mismas cosas; tan es así, que de vez en cuando nos resulta difícil ponernos
de acuerdo; porque en tu cabeza hay
recuerdos de lugares en los que nunca he estado, canciones que nunca he
escuchado, libros que nunca he leído, y así con muchas otras cosas. Pero tienes que
haber notado que, cuando nos miramos, llega la amnesia y en ese silencio estamos bien; no hay palabra
posible cuando nuestros cuerpos dialogan, cerramos los ojos a las diferencias,
al menos yo lo hago, ¿y tú?
Yo no
sé si eres el amor (hay tantas formas de
amar), pero sé que eres la sonrisa. Mi vida es un collage y tú eres una de esas imágenes superpuestas sin sentido obvio,
que catapultan mi energía en espiral ascendente. El día que te vayas espero no notar tu
ausencia, que seas como esa sombra que se va disolviendo en la luz, no quiero sentir el asma que te abrió la
puerta.
Amigo,
¿todo bien? Espero que estas líneas llenas de drama sean las que esperas, si no
es así, arruga el papel y déjalas seguir.
Mariposa blanca.