Lejos del pueblo, Penélope escribe durante el día y borra por las noches,
sentada ante esta ciudad inerte, con el quizás aún en sus costillas, espera agobiante. No
existe el descanso ni la sensatez. Preciso es escribir en la arena, nunca en la
piel, porque es semejante al sacrificio.
Lejos del pueblo, bajo la luz, Penélope espera el regreso de algo que
parece pequeño, un virus tal vez, que se mezcla con la sangre y estalla desde
adentro y se desborda. Se desborda. Escribe y borra con el mar en sus ojos,
látigo incesante que va y viene, escribe y borra en silencio.
Penélope lleva puestos sus zapatos rojos, los esconde un poco por miedo
al tifón. Piensa en el pueblo. Cuando chocan nubes grises cargadas de dolor se
produce el rayo, también el trueno, breves manifestaciones de luz, sonido y
energía que intimidan. Su magnificencia esconde algo, y ella lo sabe.
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