Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Lejos del pueblo






Lejos del pueblo, Penélope escribe durante el día y borra por las noches, sentada ante esta ciudad inerte, con el quizás aún en sus costillas, espera agobiante. No existe el descanso ni la sensatez. Preciso es escribir en la arena, nunca en la piel, porque es semejante al sacrificio.

Lejos del pueblo, bajo la luz, Penélope espera el regreso de algo que parece pequeño, un virus tal vez, que se mezcla con la sangre y estalla desde adentro y se desborda. Se desborda. Escribe y borra con el mar en sus ojos, látigo incesante que va y viene, escribe y borra en silencio.

Penélope lleva puestos sus zapatos rojos, los esconde un poco por miedo al tifón. Piensa en el pueblo. Cuando chocan nubes grises cargadas de dolor se produce el rayo, también el trueno, breves manifestaciones de luz, sonido y energía que intimidan. Su magnificencia esconde algo,  y ella lo sabe.


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