Mira la semilla desde el suelo la grandeza del árbol,
la belleza de sus ramas, sus numerosas hojas verdes que al danzar suenan a
lluvia. Es imposible para ella imaginarse tan alta, con tantos anillos. Con
apenas la punta fuera de la tierra se piensa imperceptible, ni siquiera ve la
sombra de su silueta. Si supiera. El
árbol la ve de reojo, admirando toda esa energía contenida, ese quizás que
aún no tiene forma pero donde cabe un abismo. Está consciente de su sombra, esa
con la que envuelve al mundo… pero lamenta la distancia-tiempo, la distancia-geografía,
la distancia-forma. La semilla quiere ser árbol y el árbol, semilla.
Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.
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SE SIENTE EL VERDOR! huele a tierra, el cálido y milagroso fenómeno de semílla a árbol, poetizado en tus palabras! está fino para chamos también,de verdad muy CÁLIDO!me encanto!saludos Deyanira!
ResponderEliminarBesos Aaron. Gracias.
ResponderEliminarRefraneando:
ResponderEliminarNadie con su suerte está contento y todos con su talento.