Boquerón es un túnel muy oscuro porque le han roto sus bombillos. Es un
misterio penetrarlo, siempre su silencio, no puedes ver nada hasta que abre la
boca más allá, al final de la historia. Es una cajita llena de clichés, a veces
se necesitan los clichés, dejar en remojo las ideas, permitirte no ser, olvidar
quién eres. Entras en esa oscuridad sabiendo que antes y después hay luz.
Boquerón es un pez que
indigesta, solo un mordisquito basta, un mordisquito no más. Es un pez y está
pescando; ya lanzó su red y no lo adviertes. Piensas, en el olor a casabe que
impregna la carretera, en el pueblo de la serpiente sin lengua, en la pequeña
iglesia rosada (que a pesar de ser domingo, tiene sus puertas cerradas y no lo
entiendes), también recuerdas al viejo campesino que cultiva no se qué en la ladera de la montaña, y
las grandes orquídeas color lila que habitan en el tronco de un árbol que bordea las
nacientes del Río Guarapiche. Detalles
de un Boquerón pasivo, callado, enigmático y certero.
Boquerón es un pueblo
de calles anchas, con matas de mango y vidas ajenas. Es un retazo de España, Argentina,
Panamá, Paraguay, Puerto Rico y Cuba. Se
nota que España pisó con fuerza este lado del mundo, por eso Boquerón se
manifiesta aquí y allá calladamente. Te mira, se mueve con lentitud y te señala
el camino para que lo sigas. A veces, con tanto silencio, no tienes opción. Boquerón es
también una batalla de corazones abiertos y lejanos, que se dan estocadas
agudas y profundas.
El Boquerón está en silencio porque está pescando
y no lo adviertes.