Aquí está mi reflejo. Siente cómo abre una rendija por donde se escapa la luz y lanza allí, en ese flujo coloidal, palabras sin significado aparente que acarician o golpean el hipotálamo; y más tarde, cuando el sol se desliza detrás del contorno impreciso de la tierra, se desvanecen entre las sombras de los intrincados bosques dendríticos. Se escapan. Así son los espejismos.

jueves, 7 de junio de 2012

De como la existencia del Momoy me hizo felíz.


             Hoy les contaré una pequeña anécdota. En estos días me encontraba yo conversando con Franklin Rojas, presidente de PROVITA, sobre mi libro "Cuentos para gnomos" y le decía que había elegido como imagen  a los gnomos ya que el mismo contiene cuentos ecológicos.  Para los que no lo saben, PROVITA es la organización encargada de catalogar los animales y las plantas  de Venezuela de acuerdo a su riesgo de extinción, y cuyos resultados se compilan en el Libro Rojo de la Fauna  y en el Libro Rojo de la Flora, los cuales se actualizan y publican cada cierto tiempo. Pero sigamos. Le explicaba yo, muy pausadamente, que el gnomo es un ser fantástico que se asemeja al hombre del desarrollo sustentable que queremos definir. Es un ser que trabaja en las minas, explotando las riquezas que la naturaleza esconde en el subsuelo, al tiempo que respeta el equilibrio natural. También le comentaba que el único inconveniente que le veía a esta imagen era que provenía de la cultura de Europa del Norte. Fue entonces cuando Franklin saltó y me dijo:

         - Aquí en Venezuela también tenemos nuestro gnomo, el Momoy andino, que habita las tierras de Mérida y Trujillo, y también defiende el medio ambiente.

          Me emocioné mucho, por supuesto, ya no tenía ninguna contradicción con la imagen. Al llegar a casa busqué más información acerca de éste personaje de leyendas andinas.

           Para comenzar, Momoy es una voz indígena que significa "encantos del agua". De acuerdo con los pobladores de estos acalambrados parajes, los Momoyes habitan en el fondo de las lagunas y ríos, se molestan con los turistas que contaminan el ambiente, les roban sus dulces y les esconden sus pertenencias. Dicen que cuando llueve salen a bailar, ellos cuidan los campos de cultivo también, por lo que los agricultores les hacen ofrendas de miche y chimó.

         Y fue así como al final del día me acosté a dormir satisfecha de haber elegido el mejor nombre, la mejor imagen, de una forma casi intuitiva y fantástica (estoy segura de que ellos metieron sus manos allí), para que este libro de historias entretenidas, llenas amor por la naturaleza, esté atiborrado de signos profundos. Gracias Franklin Rojas.